No puede ser, querido, que me dejaras oler las flores para después arrancarles el tallo
El pigmento en tus manos alargadas dejó marcas sobre mi piel
Me corté las yemas de los dedos ojeando tus tesis filosóficas del estante
Y tú, querido, aún así, insistes en que relea tus páginas de historias
Divagaciones sobre las vidas que sólo vives al filo de la silla, frente a mi perpleja mirada.
Querido, no dejes de ser tú el que calla primero. El silencio nos hace sabios y tu murmullo te impide ser reconocido como tal
Mientras tu casa sostenía lo implícito, el balcón se formaba como un túnel hacia el vacío
Y yo, como la descubridora de un nuevo continente solo quería cruzarlo.