Crueldad que evoca el ritmo del día
entendió que sus pasos son solo dignos de su marcha
que no quiere ser dos, sino uno.
En su escondite recóndito no le molestaría,
ni la más mínima brisa de otoño.
Creyó seguir vivo
hasta que sus reflejos se desvanecieron,
inundando su casa con recuerdos contemplativos
empapando las paredes que pronto se derrumbaron,
ahogándose con ellos.
Creyó sentir,
pero en su pecho cualquier palabra caía al vacío
entre los muros de su cuerpo.
Paula